Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1219
Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 8 de febrero de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Pidal
Número y páginas del Diario de Sesiones: 44, 1106-1108
Tema: Contestación al discurso de la Corona

Me levanto, Sres. Diputados, no a contestar al Sr. Castelar, que a S.S. nada tengo que contestarle, como no sea rendirle desde aquí el tributo de mi gratitud por las declaraciones que ha hecho y por el valor que ha tenido para hacerlas. Yo felicito a S.S. como le felicité ayer, no sólo como asombro de la tribuna española, no sólo como una gloria, no de este país, sino universal, sino que mi felicitación iba y va también dirigida especialmente al patriota, al republicano de toda la vida, al republicano sin vacilaciones, al republicano de siempre, al más antiguo y, sin ofender a nadie, al más ilustre y más importante de los republicanos españoles, que ha tenido el valor, posponiendo los egoísmos de partido a los más altos intereses de la Patria, de reconocer las excelencias de la Monarquía constitucional a la faz del mundo, y declarar, más o menos explícitamente, que la Monarquía constitucional española es compatible con la libertad, como lo son la Monarquía inglesa, la italiana y otras Monarquías constitucionales de Europa, y que, en tal concepto, no cree el Sr. Castelar patriótico venir a perturbar el país con un cambio en la forma de gobierno. Esto es lo que hacen los republicanos amantes ante todo de su país, en todas partes; eso es lo que S.S. ha tenido el valor de declarar en el día de ayer. Yo le felicito con todo mi corazón por ese acto de patriotismo. (Muy bien).

Pero no me he levantado para esto, sino para llevar al ánimo del Sr. Pidal y de sus correligionarios los conservadores una tranquilidad que por lo visto no tienen. Yo he de creer, ¿cómo no he de creer? en la buena fe y en la honradez del Sr. Castelar; yo he de pensar, naturalmente, que el acto que realiza lo ejecuta en bien de su país, como un acto de verdadero patriotismo, y por esto le aplaudí, como en [1106] distintas ocasiones he aplaudido a otros hombres públicos que estando fuera de mi campo han hecho declaraciones inspiradas por un sincero patriotismo, por una convicción honrada de aquello mismo que yo defendía y que ellos combatían.

En cierta época que todos recordarán, el Sr. Cánovas del Castillo y yo estábamos en situaciones muy distintas, y el Sr. Cánovas del Castillo, con el mismo amor a su país que ayer demostró el Sr. Castelar, tuvo el patriotismo, en aras del orden y de la felicidad de la Patria, de venir a ofrecer su ayuda a la Monarquía que yo defendía, al partido entonces monárquico de Don Amadeo de Saboya, y todos recibimos la declaración de S.S. con aplauso, sin reservas, sin sospechas, sin dudas de ninguna especie, creyendo que la hacía honradamente y de buena fe. (Muy bien). De buena fe hemos creído los ofrecimientos del Sr. Castelar.

Pero ¡es singular! el Sr. Pidal y los conservadores están inquietos porque creen que el Sr. Castelar es, a su juicio, tan malicioso, tan insidioso, y ha descubierto costumbres tan pérfidas, no puestas hasta ahora de manifiesto, que de lo que trata es de venir a sorprendernos en la fortaleza que defendemos. En primer lugar, la fortaleza está bien artillada, y después, muy bien vigilada, y no lo está porque temamos las insidias del Sr. Castelar, sino porque es nuestro deber vigilarla, venga o no venga el Sr. Castelar. (Muy bien).

Pero ¡cosa rara señores! Todos ven lo contrario de lo que ha visto el Sr. Pidal. Nosotros aplaudimos al Sr. Castelar, y porque le aplaudimos, entra en temores y en recelos el Sr. Pidal.

Pues con nosotros están todos, menos el Sr. Pidal y los conservadores, en la idea que hemos formado del acto del Sr. Castelar. ¿Qué es lo que hacíamos nosotros? Felicitarnos de la actitud del Sr. Castelar. Esto les choca a los conservadores; y sin embargo, al mismo tiempo que nos felicitábamos nosotros, se entristecían los republicanos. Y el Sr. Azcárate, que debe conocer a los republicanos mejor que el Sr. Pidal, decía esta tarde con un tono de grandísima amargura: "El Sr. Castelar realizó ayer un acto que alegraba a los monárquicos y que nos apenaba y nos entristecía a los republicanos (Muy bien); ayer el Sr. Castelar no hizo más que poner de manifiesto las excelentes cualidades de la Monarquía, y para nada se acordó de la República; ayer el Sr. Castelar moría para nosotros y resucitaba para vosotros".

Éstas eran las palabras del Sr. Azcárate, éstas son las palabras de todos los republicanos en el Parlamento. Ahora va a ver S.S. las palabras de todos los republicanos en la prensa.

El País, órgano republicano, que en esto de achaques revolucionarios, de malos deseos y no buenas intenciones contra la Monarquía, no me parece que S.S. me lo rechazará como autoridad competente, dice así:

"Al fin calló D. Emilio Castelar en los brazos ardientes que le solicitaban con pasión desde hace algún tiempo. Ya no es republicano, ya ni siquiera es benévolo: es un monárquico más". (Un Sr. Diputado de la minoría conservadora: ¿Y es eso verdad?) .

Voy a contestar al Sr. Diputado que ha hecho la pregunta. No, eso no es verdad, porque el Sr. Castelar no es un monárquico más; pero es un buen patricio, que no quiere poner obstáculos ni dificultades a la Monarquía cuando ve que con la Monarquía son compatibles todos los derechos; y esto se debe acoger con aplauso por todos los monárquicos, y debía acogerse con aplauso también por los conservadores. (Grande aplausos).

Vamos a otro texto, La Justicia:

"La evolución del gran tribuno de la democracia española, iniciada en la madrugada del 3 de enero de 1874, ha tenido en la tarde de ayer su término natural, por muchos previstos. El Sr. Castelar ha licenciado sus tropas, plegado su bandera y entregado sus armas en manos de la Monarquía borbónica restaurada en Sagunto".

Otro texto más, La República:

"Y no hemos de decir nada de su despedida. Nosotros por despedido le tenemos hace mucho tiempo.

En fin, el Sr. Castelar se estaba yendo hace mucho tiempo. Huye del pueblo como se huye de un remordimiento; y huyendo, no se detiene ni aún al borde del abismo monárquico".

Por último, El Liberal dice lo siguiente:

"El triunfo de ayer lo debió el Sr. Castelar, y sólo así podía esperarle tan ruidoso de una Cámara monárquica, al acto político que realizó; a la abdicación completa de sus ideales republicanos, al anuncio de que deja de ser jefe del partido posibilista, para convertirse en el protector más decidido, más desinteresado y más elocuente de la política liberal y de la Monarquía de la Regencia".

Y más adelante añade:

"El Sr. Castelar no será Ministro de la Regencia, pero licenció a los posibilistas para que lo puedan ser".

Presumo que los conservadores no pretendan saber tanto en achaques republicanos como los republicanos mismos. Y además, sospecho que si los republicanos de todos los matices y los monárquicos liberales no estamos en el secreto de los fines pérfidos del Sr. Castelar, no hay motivo para que estén en el secreto los conservadores. (Muy bien).

Y ¡cosa singular! cuando los republicanos trataban de demostrar al Sr. Castelar sus inconsecuencias, recriminándole por su conducta o por lo que significan las declaraciones que hizo ayer, ¡ah! los conservadores aplaudían a los republicanos. (Muchos señores Diputados de la minoría conservadora: No, no. -Muchos Sres. Diputados de la mayoría: Sí, sí). ¡Y se extrañan que los liberales aplaudan al Sr. Castelar cuando hace declaraciones favorables a la Monarquía!

¡Ah señores! ¿Qué queréis? ¿Cuál es vuestro propósito? ¿Detener al Sr. Castelar y a los que le sigan, en las corrientes establecidas? ¿Por recelos? ¿Por temores? ¡A un hombre de las circunstancias y de las condiciones del Sr. Castelar! ¿A dónde vamos a parar? ¿Qué política es esa que lleva a rechazar todos los elementos que vengan lealmente a servir a la Monarquía? Pero ¿qué conducta es la vuestra? Pues ¿no demostráis que preferís tenerlo enfrente en vez de al lado de la Monarquía? (Muy bien). Pues esa ha sido siempre y en todas partes una política de exterminio. (Muy bien). Señores Diputados, si cada vez que se inicia una corriente de los campos contrarios a la Monarquía, a favor de la Monarquía, vamos a oponer y repetir las declaraciones que ha hecho el partido conservador respecto del Sr. Castelar, despidámonos [1107] los monárquicos de atraer más partidos a las instituciones. (Muy bien).

Y eso no puede ser. La Monarquía, por su virtualidad, por las cualidades esenciales que despliega, ha de hacer cada día más partidarios, que, gracias a Dios, ya se han interrumpido aquellas corrientes que desgraciadamente de Universidades y Academias partían y marchaban en dirección contraria a la Monarquía. Y esto es lo que hay que procurar: no sólo que no se establezcan corrientes nuevas en contra de la institución monárquica, sino que las que ya existen, vuelvan su cauce a favor de la Monarquía. Pero esto no sucederá ni podrá hacerse si los que estamos más interesados en defenderla rechazamos a todos los que de buena fe, honradamente y con patriotismo, quieran venir a la Monarquía, ya que no les sea posible realizar sus ideales.

¿Es que vosotros, señores conservadores, y sobre todo, Sr. Pidal, tenéis más confianza y más fe en la honradez, en la lealtad, en la nobleza de las honradas masas carlistas, que S.S. quería llamar a la Monarquía para recibirlas sin temores y sin recelo alguno, y no se atreve en cambio a recibir sin recelo y sin temores al Sr. Castelar? (Aplausos en la mayoría. -El Sr. Jove y Hevia: Es que no viene. -El Sr. Pidal pronuncia algunas palabras que no se entienden). Vengan aquí, y ojalá vengan a reconocer la Monarquía de Don Alfonso XIII, que yo los aceptaré con gusto.

Y si nosotros recibimos a los carlistas que vengan a defender la dinastía, a pesar de que nos han provocado dos guerras civiles y hecho verter tanta sangre de hermanos, ¿Por qué vosotros, conservadores, no habéis de recibir a los republicanos que de buena fe? (Rumores y protestas en los bancos de la minoría conservadora). Entonces, ¿por qué recibís con recelo, con desconfianza, con denuestos a los que vienen? ¿O es que SS. SS. no tienen fe en la nobleza y en la honradez del Sr. Castelar? He oído decir: "es que no viene". Pero, Sr. Pidal, si viniera, entonces mayores serían los temores de S.S.; porque si ahora los tiene presumiendo que podemos dormirnos en la fortaleza y ser sorprendidos, más había de recelar si viera al que considera enemigo entre nosotros.

De manera que el Sr. Castelar hace lo que puede hacer; hace lo que yo en su caso haría; a sus años y con su historia, no haría más que lo que vemos; pero hace más que vosotros, y es, que no pudiendo venir él, no impide que lo hagan los demás; desarma las huestes que le siguen. ¿Qué más puede pedírsele, dada su situación?

De cualquier modo, lo que yo deseo es que el señor Pidal y sus correligionarios estén tranquilos y crean que la fortaleza no será sorprendida, porque los guardianes de ella están vigilantes; y debo declarar una vez más, que están vigilantes, no por el acto que ha realizado el Sr. Castelar, porque eso en todo caso les convidaría a estar más tranquilos que recelosos, sino porque es su deber estarlo; y venga o no venga el Sr. Castelar, tengan SS. SS. por seguro que el alcázar de la Monarquía está perfectamente guardado y mejor defendido; que vengan o no vengan fuerzas de otros campos, no corre el peligro que corrieron otras Monarquías por otras causas que no quiero explicar y por razones que no debo en este momento decir. (Aplausos en la mayoría). [1108]



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